Del lado del amor, con Tony Benett cantando que someday, when i’m awfully low, when the world is cold, i will feel a glow just thinking of you and the way you look tonight, paseando contigo junto al Támesis de aguas turbias y turbulentas, recordar en La Torre de Londres la cabeza de Tomas Moro y otros poemas católicos de Mario Míguez, darle lentas vueltas a nuestra historia en el London Eye tras soñar un poco por Notting Hill. Pale ale en cantidades industriales, felicidad, días de birra y rosas. En los pubs, rugby y pop británico. Inventé relatos modianescos en el hotel Grosvenor, historias incompletas junto a Victoria Station. Los mendigos te fulminaban con la mirada por los cigarros o el dinero demandados con fuerza y odio, cigarros y dinero nunca recibidos. La búsqueda de GK Chesterton por las tabernas resultó infructuosa. Cerca del Tate Modern, donde reposan eternamente pedazos bien iluminados de Picasso y Dalí entre otros, tomamos cerveza y pastel de carne, los obreros polacos de la mesa contigua no nos quitaban el ojo de encima, ni la oreja. Jane Birkin, recién muerta, sigue susurrando je t’aime, je t’aime, privilegios de la fama y la belleza superlativa. Su voz llega todavía sensual a este lado del río, a este lado de la vida.
El Támesis, al menos el que transcurre por mi memoria, tiene un afluente que se desvía y dirige nuestro paseo hacia el río Po a su paso por la Ferrara de Giorgio Bassani, conecta con el Adigio de Verona, donde visitamos la casa de Julieta y tú estabas tan feliz y radiante al asomarte a su balcón. Aunque sabías que todo eso era mentira, como muchas de las cosas que juramos y no se cumplieron por torpeza, porque no tenía que ser o porque alguno de los dos hizo trampas.
Al principio, tiempo atrás, en el Arno, a su paso por Florencia, me puse enfermo, maldito cólico biliar, deseaba que estuvieras a mi lado y me cuidases. Muchos años antes fue el Moldava oscuro y magnético de Praga, también el Danubio en la Austria señorial, estirada, decorado triste y frío, absurdo en una vida sin ti. Supongo que tú también ibas por ahí buscándome, por el río Lauch de Colmar o en el río Acquanegra que cuando llega a Ispra desemboca en el lago Maggiore.
Todos nuestros ríos vienen hasta Valencia, relacionados, los claros, cristalinos, también los de las aguas más negras, los caudalosos y los que ya están secos, hoy que es domingo bochornoso de jornada electoral, vierten sus aguas en el antiguo cauce del río Turia, llegan hasta la reseca rambla del Poyo, muy cerca de esta casa en donde tú te desdibujas por los rincones y yo me hago de piedra insensible y milenaria, idiota de mí. Suena un rumor de aguas lejanas mientras los niños ven los dibujos animados, pasan lentas las horas de la tarde, nadie se baña en la piscina y nosotros, cada uno a su manera, en una habitación distinta, sentimos cómo cada vez hay menos agua y cómo va haciéndose más grande este erial que un día fue regado por todos nuestros ríos y que llamábamos paraíso.
Imagen: río Támesis.