Días ventosos. Desde casa, a persiana bajada, el oído se engaña por supervivencia, insiste, y cree captar el rumor del mar, la miel sonora en avance y retroceso simultáneos, opio irresistible para el martillo, el yunque y el estribo, cantos de sirena meciéndome hacia el fondo, paz abisal, amniótica, y de repente el desengaño, el mar y sus procelas quedan todavía bastante lejos de este páramo. Oleaje de enramadas, crujidos de aire violento y goznes herrumbrosos, murmullos remotos, evocaciones imprecisas, llueve recio y bajan las temperaturas, crecen por todas partes malezas introspectivas, amarillean los limones, se anuncian las primeras nieves. Otoño se enseñorea del tiempo escaso y del espacio insuficiente, gobierna sin pactos ni miramientos, desde sus remotos reinos del norte.
La niña duerme, preparo té oolong, suena la Danza Macabra de Camille Saint-Saëns y en el sofá me dejo llevar por unos pensamientos que van sin remedio hacia los rompientes. Turner colorea el cielo de gris, John Lee Hooker lo vuelve soportable. Hace unos días, en el bautizo de Claudia, con las copas de la sobremesa surgen antiguos rencores familiares que estropean la velada. Menú y júbilo desestructurados, deconstruidos. Solomillo a la agria recriminación y de postre torrijas con bola de corazón helado. El vino se avinagra y los entrantes ya insinuaban un desenlace brusco sin despedidas. Hay distancias insalvables, hay cosas que no serán igual que en el pasado, cada decisión tiene su consecuencia, el tejido que rellena las cicatrices nunca es idéntico al tejido sano. La sangre, la genealogía, no son pegamento suficiente ni tienen la pericia de algunos cirujanos plásticos. No podemos obviar la sutura ni el recuerdo de la herida. La técnica japonesa del kintsugi recupera la pieza cerámica rota, incluso a veces la mejora al revestirla de una nueva dignidad, une con su hilo de oro los fragmentos y restablece la función del objeto. Pero no puede ser de nuevo el mismo. Nunca idéntico. Hubo un cataclismo, un cisma, las siete plagas. Podrá saber mejor o peor, pero el agua no es igual en un vaso restaurado que en un vaso a estrenar, adquiere un significado distinto, como el vino no despliega su sensualidad en vasos de plástico igual que lo hace en copas de cristal de Bohemia. Jamás.
Yo me curo la desilusión con literatura, petricor y nubes arreboladas, destenso los nervios del estómago conduciendo por el cerro, son bálsamo los pinos, las matas de romero, la pura roca partida donde crece sin problemas un almendro, el arrullo dulce de las tórtolas, el gorjeo vitalista de los gorriones, los colores de la tarde, The Teskey Brothers cantando it could be forever, a lifetime spent together, el pequeño arroyo que no se seca y los caminos que comienzan cuando se termina el camino, Laphroaig 10 con hielo al regresar a casa, Bessie Smith recordándonos que Nobody knows you when you’re down and out, y para desmentir sus palabras, el abrigo de mi mujer y mis hijos siempre cerca, remedio poderoso contra la locura, las ramas de los olivos en la ventana siendo water, my friend, frente al vendaval, lecciones impagables del buen vivir ante lo oscuro, ahora lo entiendo todo o ya poco importa no entender casi nada, sonríe, por favor, como José Hierro, llegué por el dolor a la alegría.