Día del Trabajador y las excavadoras van a todo trapo en unas parcelas cerca de casa, ayer fue domingo, Día del Señor, y tampoco pararon. El dinero, como su perra pulgosa la codicia, ni descansa ni deja descansar. Ni humanismo cristiano ni comunismo, parece que ya nadie puede hacerle frente al poderoso caballero. La posmodernidad, o lo que sean estos tiempos inhumanos, se está pasando por el arco del triunfo a Dios y a los hombres, a todos por igual. Extrañamente, más que El levantamiento del dos de mayo me viene a la cabeza El aquelarre de Goya. Esclavos felices.
La actualidad es hiriente, mucho más cuando se avecinan campañas electorales. Recuerdo el aforismo de Ramón Eder que dice que un político es un ciudadano menos. Me refugio en lo mío huyendo del daño, el encono y la bajeza. Mis hijos juegan en el jardín mientras acuno a Claudia, saboreo un té negro excelente, un irish breakfast de Mc Entee’s, más potente que los tés ingleses que he probado, más de mi gusto. Elena en la cocina prepara una boloñesa a ritmo de Chayanne y ahora que viene el verano recuerdo la cumbia lagunera que descubrí leyendo a Carlos Velázquez, especialmente Tropicalísimo Apache y su La hierba se movía. Phoebe podría estar trayéndome a todas horas una pelota de tenis para que se la lance. Es retriever, lo lleva en los genes, esa información que heredamos de nuestra progenie y que nos condena o nos salva, según las circunstancias.
La mañana es fresca entre la sombra de la casa y la del algarrobo. ¿Dónde termina una y dónde comienza la otra? Sobre la chimenea del vecino, cortejo galante de tórtolas. El aire viene mezclado, el ruido de los martillos hidráulicos es suavizado por el canto de los pájaros. La escoria y el oro se suelen mostrar entreverados. Las lecturas pendientes me atenazan: Gozo de Azahara Alonso, una biografía de Mozart escrita por Ramón Andrés, relectura de La gravedad y la gracia de Simone Weil… me falta tiempo. A pesar de todo, el cerro siempre me habla en verde, el color de la esperanza. Bruce Springsteen ha dado dos conciertos gloriosos en Barcelona. Al de la vida me acuerdo, pero dónde está, de Gil de Biedma, quiero oponer a The Boss cantando, con 73 años, well, we made a promise we swore we'd always remember. No retreat, baby, no surrender. También estos versos de José Mateos, himnos que me repito a menudo como mantras tibetanos: No insistas, corazón, inútilmente: nunca maldeciré la vida.
Imagen: Goya, El aquelarre (1798).
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