Tom Waits viene de copiloto, otra vez atravesando el cerro, en el cielo los azules de Claude Monet, y retumba en el coche su voz de cabaret aguardentoso, ese rugido espeluznante de maestro de ceremonias en un circo crepuscular, con tono grave y destruido de carnaval de espectros en Nueva Orleans, Mardi Gras Mambo, Louis Armstrong fue el rey de la krewe of Zulu en 1949. Tom canta y nos quita la tontería, lo kitsch, nos invita a dislocar la memoria, a forzarla hasta llevarla a un esguince de tinieblas, completándola a nuestro antojo, o según necesidades básicas, entre naranjales, fantasmagorías, falseando, borrando y traspasando límites, junto a los viñedos, agridulce mundinovi sánchezostiziano ese del recuerdo apasionado y honesto sin autocomplacencias, cruzamos sórdidos polígonos industriales.
Nos duele más el agujero negro que el trampantojo, el espejo que la caricatura burlesca, que es otra forma de hacer memoria, realidad y de paso literatura. No nos soportamos. Acacias junto al barranco, ficciones a medias, feria de monstruos, varietés estrambóticas, poblados de puñal y alcoholazos bajo la luna llena, galpones de timbas ilegales, cartas marcadas, perros rabiosos y apostar hasta lo que no se tiene sabiendo que no vendrá el diablo a comprarnos la poca alma que nos quede en la siguiente encrucijada, sección de sucesos, pasan tractoristas borrachos, se veía venir, en los arcenes las matas de romero salvaje nos chulean bien radiantes al sol, descaradas, viejas del visillo con títulos universitarios, aquí siempre huele a quema de brujas y a paella hecha a leña, demasiado andamio para tan poco sueldo, cansancio, rumores, recuerdos de recuerdos, olvidos, azufre, mentiras, humo en la niebla. Nada. Esperpento. Suspense. Tragedia griega de extrarradio. And I love you pretty baby but I always take the long way home. Inconsistencias, vaguedades, al fin y al cabo, que ayudan a seguir en pie. Historias que son exorcismo y celebración. Salvavidas. Y eso es lo único que a estas alturas de la función importa.
Ahora que Tom Waits se baja del coche y nos ha dejado graves, heridos de vida, acelero, pongo la sexta marcha, subo el volumen, sé que llego tarde a algo crucial pero ya no sé a qué. Y qué más da. Sigo con esa sed antigua de aquellos que cruzaron el desierto. ¿Alguna vez te has preguntado cuántos mundos se esconden en lo oscuro de este mundo?, que escribió, certero, Antonio Praena. Y hay un fulgor santo que perdura en la noche de los que siguen buscando exhaustos aunque ya se sepan sin regreso, sin salida, perdidos para siempre. Sin redención.
Imagen: Tom Waits.
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