sábado, 22 de abril de 2023

Frutales.


 Elena duerme la siesta. Marcos da hachazos por el jardín y juega a embarrarse. Mientras Tania cuida de Claudia voy llenando cubos del agua verde de la piscina y riego la línea de árboles frutales entre tragos de ron Zacapa. Paso revista amorosa a una compañía de sensuales vedettes frondosas. El limonero es el rey de la corona, tiene casi más limones que hojas, un espectáculo del que no me canso, solo por él bien vale la pena vivir aquí. Siempre me enseña algo de filosofía, no hay día que lo observe y no obtenga un beneficio profundo y metafísico. Los nísperos cambian de color por momentos, este año, por la falta de agua, son más pequeños, hay que estar atento para disfrutarlos en sazón. Un día que no miras y ya no te los puedes comer de tan picados. Mientras pensamos en tomar lo importante ya ha pasado la vida y solo queda aire polvoriento en nuestras manos y un regusto amargo, como de sueños de juventud frustrados, en la boca tensa del alma que ya se va para no volver. Aún hay algún pomelo en su rama, naranjas y mandarinas no hemos tenido este año. El melocotonero ya hizo y deshizo la flor, ahora está todo verde, solo cabe esperar el milagro de su fruta jugosa y dulce, veraniega y sexual. Si el melocotonero tuviera una voz sería la de Tom Jones o la de Barry White. La higuera está llena de pequeños higos todavía inmaduros, es una promesa de sombra fresca y dulce para la piel y el paladar. Veremos si este verano la promesa es cumplida. Sobre el leñero, la buganvilla habla de la importancia de añadir belleza, sin altisonancias ni artificios, a lo que va, por destino, a arder en el fuego. Tania ha plantado lavanda en los maceteros, viene de una guerra y sonríe. A pesar de todo, en este mundo, a poco que mires todavía hay esperanza alrededor. La tierra está rota de tan seca y de repente llueve.

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