Mannish boy, de Muddy Waters, i’m a rolling stone, soy un canto rodado, un guijarro pulido por el río, que no es otra cosa que el medio y las circunstancias, las tenazas del tiempo y el espacio, el no entender nada de nada entre tanto empellón y vaivén, así es la vida.
Entregada la documentación pertinente, ya solo queda esperar que publiquen el listado de plazas disponibles para poder elegir la mía en propiedad. Como queremos seguir trabajando en atención primaria, vamos barajando ciertos destinos posibles en El Valle de Ayora. No descartamos vender la casa de Cheste y mudarnos a algún pueblito más pequeño, volver a empezar. Otra vez lo rural, lo profundo y olvidado, la querencia por un tiempo remansado y amable lejos de la ciudad, de nuevo la atracción por las tierras fronterizas.
¿Siempre estaremos condenados a la errancia? Somos culos de mal asiento, sí, pero ¿tendremos hasta el final un corazón tembloroso y trashumante? Ahora que no volamos y nos quemaron las alas, ¿tampoco hemos de hallar albergue, covacha o acostaderos? Vivo entre lomas, junto a un coto de caza, sé que tiran a dar y tienen buen tino pero sé también que algunas liebres logran atravesar las alambradas y cruzan la carretera cargadas de simbologías, raudas, cuando pasa mi coche, van ya campo a través, por los algarrobos, al otro lado, hacia nuevas oportunidades entre romero, olivarda y espino negro.
Tormentas eléctricas por la mañana que nos atrapan camino del trabajo y pasamos la jornada laboral empapados, por la tarde buen solazo asomando entre nubes sucias que se alejan, piscina en familia, ping-pong y una delicia de whisky francés: Intravaganza, de Michel Couvreur. A mano Fractal, de Andrés Trapiello y un libro de artículos de Pablo Antoñana. Me gusta leer cosas muy diversas, puntos de vista que difieren e incluso resultan diametralmente opuestos. Sigue lo de Rusia y Ucrania, lo de Israel y Palestina, en Francia gana la primera vuelta legislativa el partido de Marine Le Pen y arden las calles, odio y miedo campan a sus anchas por Europa, guerra y guerra, Biden chochea y Trump se relame el colmillo, democracias degradadas en manos de dictadorzuelos corruptos.
La vecina me regala unos maravillosos tomates de su huerto y se me pasa el berrinche sociopolítico, pongo cada cosa en su lugar. Tiro el periódico, apago la tele, dejo abiertas las ventanas para que entre el jardín en el salón. Trinos, aromas, el milagro de la luz desplegándose, la brisa fresca, el son de las cigarras, la danza de los olivos y otras sutilezas que reparan los muebles carcomidos de la vida, el corazón cansado del instante roto y sus aflicciones. Me baño en la piscina con los míos, los niños ríen, todo podría terminar ahora, así, perfecto, y no importaría. Olvidar que el tiempo pasa es matar demonios a machetazos. Hay manchas de sangre verde en el solárium, el olor a azufre se disipa, Marcos aprende a nadar mientras Claudia chapotea por primera vez, Iván bucea hasta el fondo, Elena me mira, no hay rencor entre nosotros, seguimos queriendo perdonarnos, brindamos por un día más todos juntos, hoy al menos, también, hemos ganado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario