domingo, 26 de marzo de 2023

Domingo de bochorno.


 La sombra del algarrobo es lenitiva, caricia, siempre refrescante a pesar del bochorno. Las estaciones son parientes cercanas, unas recuerdan de alguna manera a las otras, no son estancas ni tienen los límites definidos. No hay muros de la vergüenza ni concertinas barbadas entre el otoño y el invierno. Primavera y verano van de la mano en muchas ocasiones, desnudos, alegres, entreverados. 

Eolo impertinente. Estas ráfagas férvidas ya anuncian un verano sofocante, y acaba de empezar la primavera. Menos mal que, mientras Marcos juega a construir casas con restos de casas y hierros oxidados en un rincón del jardín, me refugio con Claudia, la recién llegada, apenas nueve días de vida, bajo una copa de espesa espuma verde, siempre hay cerca una enramada, y es realmente salvífico como cuando Bob Marley y Otis Redding sonaban, hielos que caen en un vaso de alcohol caliente, en los primeros veranos de mi adolescencia.


Domingo de reuniones y celebraciones familiares, también de ausencias y recuerdos. La luz y ese polvo dorado de la vida que nunca regresa, eso decía más o menos, creo, Jaime Sabines. Tarde de aire recio y caliente, de polvo en la cara, tarde de presagios y tragos circunspectos. Y al final quedamos solos sin saber qué hacer con esa alegría de estar con la familia; tampoco, aunque hayamos brindado, con ese peso amargo que no, nunca, sabremos decir. Los que amamos nos muestran, más que nadie, su fragilidad, la temporalidad de su abrigo. Unos trazos dubitativos, un conato de poema, melodías que se apagan. Aprender de lo que se desgarra y se aferra al mismo tiempo. Hoy también es día de ceniza en la frente, de tumbas vacías y  Domingo de Resurrección. Could you be loved, sittin’ on the dock of the bay, Noli me tangere.

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