sábado, 30 de marzo de 2024

Monotonía y resurrección.


 Ya lo cantó José Mateos: La vida las mismas notas no las repite dos veces. Aviso crucial para navegantes como también para náufragos. Cada encuentro es una ocasión irrepetible, el ichi-go ichi-e de los japoneses, poner toda la carne en el asador por si se apaga de improviso. Viajes míticos por la costa del verano y la juventud, en sfumato. La manzana prohibida y el mordisco eran nuestros, ahora la fruta está podrida, perdimos apetito y se nos cayeron algunas piezas dentales. Es la época de la renuncia. Los cuerpos se alejan, el deseo se atenúa vencido por el cansancio, el disco que suena es el de siempre y está rallado. Y tú ni caso, feliz en el descuido y la inadvertencia. Monotonía de lluvia tras los cristales, añade Antonio Machado.

Despistado, celebras lo iguales que pasan los días en rebaño por la vaga puerta de tu casa. Sin novedad, tan lacios, idénticos. La miopía del alma ha ido aumentando en las últimas semanas y, de lo importante, no te has enterado de nada. Lelo. Tú en tu nube enferma y la gente que amas alrededor del muro, pidiendo paso. Lo dice también en un poema Enrique García-Máiquez, solo el aburrimiento o el cansancio son muerte. Y eso que ya es primavera, pero ahí vas, erre que erre, contumaz, terco e impasible, acelerado, a tus cosas, con prisa por llegar a ninguna parte en la hora inadecuada. Entre la cuna y la sepultura, el tiempo en desperdicio, un hombre polilla en batín agrio, la humanidad degradada y florecida como rancios panes sin provecho.


Cuando amanece, llueve o parte el viento alguna rama, solo percibes el hecho meteorológico, no el lienzo, la música o el fogonazo, no intuyes la metáfora mortal que da la vida, el símbolo vaporoso que no explica el misterio pero lo afirma, le da peso, hondura y ligereza a la vez. Vuelo. Siempre fue el vuelo. Y la tinta enamorada. Qué ceguera si solo ves flor en la flor y no un mensaje de esperanza, si solo sientes muerte en la muerte, ¿para qué la alegría, el dolor o las balanzas? Has pasado demasiado tiempo siendo víctima consciente del tiempo, dicen que la prisa mata, algo debe cambiar en ti, ahora o nunca, no hay más, no hay una vida en serio y otra vida de licencia, que cantaría Rafael Berrio. Levántate, entra en el instante, siente el centro, su vorágine, tómalo, da las gracias y desaparece. 


A modo de coda o de introito, no podría dilucidarlo, algo extraño pasa, algo ha terminado y algo comienza hoy, esta es mi primera tarde, la primera vez que miro por la ventana, mis primeros pinos y algarrobos, el primer cielo gris, mi primera resurrección y el primer camino polvoriento, la primera vez que veo llover mientras por primera vez juegan mis hijos ante mi primer yo, nuevos decorados para nuevos personajes, todo es ganancia y para bien, Elena me llama por primera vez desde nuestra habitación y por primera vez también siento la punzada irrepetible de la ternura en nuestra primera noche.

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