lunes, 29 de septiembre de 2025

Lecturas veraniegas.

 


Ahora que llega el otoño me da por pensar en mis lecturas veraniegas. Entre dos mudanzas y con la biblioteca empaquetada hasta que se realice la reforma en la casa centenaria que hemos comprado, uno ha ido leyendo lo que ha podido, de aquella manera, como le han ido dejando las circunstancias y el cansancio. De Javier Sánchez Menéndez leí sus Fragmentos, finos pensamientos poéticos y sugerentes reflexiones metafísicas a los que nos tiene acostumbrados el autor. De Víctor Colden, La cinta verde, un magnífico libro de relatos sobre el amor y sobre lo que queda tras su extinción y todavía nos da aliento y calor, sus pavesas y los restos del naufragio en medio de la ausencia insoportable y oscura del alma, o algo así, que decían los místicos en el medievo. De Pierre Mac Orlan devoré El muelle de las brumas, libro mítico, turbio, oscuro y desconcertante como un puerto lleno de gente derrotada que ha visto hundirse todas las naves y no espera nada ya, tal vez solo una salida brusca y violenta de un tiempo de descuento desabrido que les sobra. De Ramón Palomar su dietario Tu mentira es mi verdad (2006-2007), pícaro, vividor, simpático y desvergonzado a manos llenas. También su primera novela negra, 60 kilos, excelente noir mediterráneo, no será la última novela que lea de este escritor. De José Mateos, su deliciosa novela Los años decisivos, entre cuyas páginas he entrevisto alguna imagen desdibujada de mi propio pasado, salvando las distancias. Un lúcido retrato generacional que se repite en cada generación. Mi aforista favorito, Ramón Eder, publicó El libro de las frases transparentes, obra que devoré con devoción y alegría, y que espera paciente relecturas futuras que sin duda llegarán algún día. Y ya en brazos de la seronda, que le dicen en Asturias, me entrego a los preciosos haikus que Juan Manuel Uría nos ha obsequiado en La arquitectura del azar. También me ha regalado la familia, asesorada por Claudio Ferrufino, tres librazos mayúsculos a cual mejor: la poesía completa de George Trakl, la de Idea Vilariño y un libro que recoge poesía y prosa de Oliverio Girondo. Ya tengo buen abrigo para los meses de frío y el zurriagazo inmisericorde de la melancolía. Por supuesto, la lectura más importante no faltará en este nuevo escenario al que hemos venido a vivir: lo escrito en la tierra, el braille de los ribazos, la modulación de los colores mientras se va desarrollando el otoño, los amarillos creciendo en las hojas, los verdes dejando paso, los cielos enrojecidos de puro éxtasis, el arrebol de las nubes que pasan siempre y siempre quedan, el blanco de la niebla sobre las cimas, el amor renovándose, dando sus frutos, y los hijos creciendo felices en pueblos pequeños que la inmensa mayoría desconoce, pequeñas villas de tempos reposados, aldeas recónditas a las que todavía no ha llegado la posmodernidad con la gangrena de sus tentáculos, la velocidad, el vértigo, el ruido, los triunfos, los fondos buitres, el as de oros y todas sus malditas zarandajas.

sábado, 20 de septiembre de 2025

El alma de las ruinas.

 


Se abren las puertas del garaje para que corra la brisa fresca de septiembre, bien temprano, lo mejor es acercar la mesa al umbral. Hay quien corta unos tomates recién cogidos de su huerto, hay quien hace un revuelto con serranas y perfuma de romero el aire. Descorchad el vino, que respire, que venga a darnos su aliento de celebración ahora que las almendras se secan al sol y los olivares piden su vendimia. Completan las viandas unos bollos de jamón y longaniza, otro de sardina y pimientos verdes del horno de Jalance, las olivas que por aquí se hacen con dedicación y buena mano, y unos quesos artesanos de la aldea de Los Pedrones. La conversación fluye en amistad, las risas, las historias compartidas, esos regalos de la vida que siempre nos alargan la vida. Nadie mira el reloj, el tiempo ni apremia ni coacciona, nada puede el segundero en estos almuerzos que duran la mañana entera. Hablad de níscalos, de poleo y manzanilla, de espárragos trigueros, de aquella época remota de las matanzas y los rebaños, de cuando se estaba construyendo la central nuclear y el colegio cantaba lleno de niños, y en el pueblo había un pub, una discoteca y hasta tiendas de ropa y calzado. Enseñadme los caminos, las trochas, las veredas, los atajos, el Alto de la Cruz, los ribazos donde encontrar morquera o tomillo, contad viejas historias, transmitid el fuego, que no muera lo sencillo, que no pierda su importancia este momento, lo minúsculo, lo insignificante, lo cotidiano, lo irrepetible, y todo eso que dicen que está anticuado, pasado de moda, el bien, la verdad y la belleza.

La luz del mundo.

  Barley wine  infusionado en Oporto, 12 grados, viene a ser algo así como un vino de cebada, densa cerveza en la copa mientras suena  nice ...