Con el primer café, encuentro en un diario de José Jiménez Lozano una cita de Miguel Ángel que marida a la perfección con mi estado de ánimo de las últimas semanas, un remolino ciego que me empuja contra todo: no hay pintura ni escultura capaces de apaciguar el alma. El cambio de vida y la mudanza me tienen de los nervios y no hay alivio que dure al escuchar música barroca, al leer algún poema no encuentro la paz ni el equilibrio, tampoco al seguir con embeleso los trazos dados por Claude Monet. Para rematar, una conversación con Claudio Ferrufino que anda estos días a orillas del tramo serbio del Danubio, hombre de escritura y vida trashumantes, con el rumbo ahora puesto hacia Bulgaria y Rumanía, tal vez también Moldavia. Ambos tenemos poca esperanza en el porvenir de la humanidad, nos da por pensar en que las cosas solo pueden ir a peor, aunque quisiéramos estar equivocados, por sus hijas que viven en Denver, por mis hijos que me llevo, buscando un refugio duradero, al fondo de un valle todavía dejado de las zarpas de los zopilotes y sus fondos de inversión. Hace unos días vi El príncipe de Egipto con los niños y qué envidia la confianza inquebrantable de los judíos al cruzar junto a Moisés entre las aguas separadas del mar Rojo. Ahora poca fe hay alrededor, pocos milagros. La llaga en la que meter los dedos, no es que esté ausente, la llevamos en el centro del corazón. Josquin des Prés suena como un paño limpio sobre la fiebre. No mires fijamente a los ojos de los cuervos y toma la senda menos transitada. Valora el delirio, busca siempre un bello equilibrio aunque te caigas del caballo, venera el silencio, lo sencillo y la bondad.
Hombreadentro quedan las tinieblas exteriores, encuentran siempre caminos, grietas, son tenaces, ponen fonda, anidan, como quedan intracraneales los horizontes más sombríos, intratorácicos el ansia, el miedo, las peores pesadillas se encuentran en el confuso dentroafuera de las animas incarnatas, hipodérmicas, intraorgánicas, como lienzos del Bosco o purgatorios dantescos, allí también las embestidas más violentas de las bestias bifrontes, de seres escindidos con heráldica deslucida, decrépita, y testaruda desazón. Paisajes patinir en el fondo del alma y de los ojos enceguecidos por la plomiza realidad. Mundus est fabula, hay días que gracias a Dios y días que gracias al diablo. Lo que creíamos luciérnagas eran polillas, y qué hacer con todo el polvo de mariposa que la vida usada nos dejó, como al poeta, entre los torpes dedos. Qué hacer cuando miramos hacia todas partes, no tocamos fondo, queremos dejarnos llevar, y no encontramos entre las olas ni sirenas ni ángeles, ni la estrella o el ancla de la esperanza, ni en lo negro las orillas. Y alguien habla de repente desde nadie hacia mi nada, algo habla desde la nada hacia este nadie que tanto nos pesa. Surge una tímida luz, no estamos completamente solos en la tiniebla.
Me hablaron, dije, de cosas inútiles, de la peña Trevinca, de la ulupica y el ají de fideos, de hermosos tejidos aymaras, de Mungo Park por el río Níger, del corned beef hash, de las máscaras que pintara James Ensor, de la hidra de Lerna montando campamento permanente en nuestras fobias, de Minos, Radamantis y Eaco, jueces del inframundo, de Kreminná, del vino de Besarabia, de nubes de albayalde, del aroma del cedrón que emborracha en los días más ardientes del verano, del rigor inmisericorde de las Erinias, sobre Jaques Prevert, Giovanni Battista della Porta y su club secreto de alquimia, acerca del reverendo Robert Walker patinando en el lago Duddingston o la tumba de Tolstói en Yásnaia Poliana. Me contaron sobre una muchacha comiéndose un pájaro, pintada por Magritte, de un réquiem en mi honor, del Alzheimer de mi madre en el Día de la Madre, del amor, de melodías rembétikas masajeando el alma, de la muerte de todos los tiranos, del fin de las guerras, de calles empedradas en pequeños pueblos fronterizos con castillos arruinados y huellas románicas que esconde la niebla o la floración de los cerezos. Me han confesado que hay una luz medicinal que pinta Sorolla cuando ni la luz ni el azul nos son suficientes, una luz al óleo que logra darnos claridad, asideros, ganas de ser alegría y agradecimiento, el canto de un pequeño pájaro, apenas nada, por eso quiero escribirlo, que quede claro, estoy aquí porque me hablaron y hablaron, por fortuna, cuando menos quería o podía escuchar, de lo que no sirve para nada, de lo que no cotiza en bolsa, de bagatelas que al fin lograron salvarnos de esa horrible, lenta, insoportable muerte que sigue siendo vivir en balde y tratar de encubrir tanta tragedia.