En las capillas mediceas Miguel Ángel esculpió la Noche, inspirándose tal vez en Leda o Ariana durmiente, la representó con el cuerpo desnudo, el rostro plácido, recostada sobre un sueño profundo y amable como de espuma viscoelástica, puede ser que brevemente sestee o que, por el contrario, guiada por una frottola de Bartolomeo Tromboncino se adentre en un sueño eterno sin retorno. Acompañando al tenso y crispado Día, sobre la tumba de Juliano de Lorenzo de Médicis, la Noche nos recuerda que hay un respiro, un lugar íntimo al que acudir buscando refugio y fortaleza, un aparte en la función, una enfermería abierta 24 horas para curas e inyectables, y por si hubiera que lamerse las heridas, un piano bar filantrópico y terapéutico en el reino confuso de las sombras. La tiniebla subraya, hace trascendencia de la más pequeña brasa, del más humilde candil titilante. El día, lo queramos o no, casi siempre es compartido y suele estar abarrotado aunque nos encontremos solos, por el contrario, la noche, en el filo de lo crucial, es solo de uno mismo o no es enteramente la noche y tan solo estando solos, despojados de todo, como en la muerte, seremos por completo de la noche y sus contornos.
Cuando un autócrata nos exprime y como un posmoderno Cosme I de Médicis nos gobierna con mano de hierro, cuando el día es insufrible como la averiada maquinaria estatal, insoportable como un burócrata despiadado, si transcurren las horas diurnas carentes de humanidad o esperanza, hay un resquicio en la oscuridad que nos da más luz y sosiego que esa luz enferma y falsa de las jornadas pavorosas. Buonarroti dejó escrito un clarividente epigrama sobre su Noche que decía así: me es grato el sueño, y más el ser de piedra mientras que el daño y la vergüenza duran, no ver, no sentir me es gran ventura: así pues, no me despiertes, habla bajo. La noche como cobijo y protección, dormir, soñar como rebeldía postrera. Shhhhh, hablad bajo o callad directamente, ahora que hay fango y ruido por todas partes, daño a espuertas y motivos más que suficientes para la vergüenza, sobretodo la vergüenza ajena al ver cómo campa a sus anchas, ministerial, tanta desvergüenza, tanta impostura, shhhhh, chitón, mutis, con el ocaso enmudeced, sellad los labios, que silencio y noche siempre fueron gasa y venda de dolientes, beso, aliento, bálsamo para cuando la lepra, el mal sueño y la fiebre fría, sustento último cuando el desamor, la soledad o la derrota.
En un pedazo de noche toda la noche cabe, todo el dolor de un hombre puede quedar contenido, también, por suerte, el consuelo y la cura. En un fotograma de oscuridad se aloja todo el misterio, en un píxel de sombra hemos intuido lo insondable del universo. En la noche cabe toda posibilidad porque acotarla es imposible. La noche es fiera salvaje por siempre emboscada y claro en el bosque para reposo y convalecencia. La noche es paradoja y aporía. En un jardín oscuro pude encontrar toda la jungla y su espanto. 1800, no me refiero al Siglo de las Luces, hablo ahora sobre 1800 metros cuadrados de un jardín descuidado a unos veinte kilómetros de Valencia. Un jardín en penumbra, umbroso. Ahí caben, toda la espesura y todos los verdes. Especialmente en la renombrada noche oscura del alma. El jazmín que se enreda en la valla, un pequeño almendro, algarrobos, pinos y olivos, el olímpico laurel, el granado de Afrodita, un par de naranjos, un pomelo, un níspero, un mandarino, las moreras, mi amado limonero, la bella y terrible adelfa, el melocotonero, tréboles, rabaniza, cenizo, malvavisco, estramonio, grama y otras hierbas. En los maceteros crece rúcula, romero, habas, zanahorias, coles de Bruselas, cebollas tiernas, rábanos, algún puerro. Y hay tanto que todavía no he descubierto, al alcance de una mirada que no llega. Tres años en este jardín y qué desconocido, qué extensión de incógnitas por despejar en 1800 metros cuadrados. Como sucede con la Noche de Miguel Ángel, tengo un pedazo de tierra pálida que abriga y asfixia, mata y consuela, maravilla y terror, delirio, adelfas de Carrara sobre un mármol con espinas que gotea una savia pegajosa de veneno y ambrosía. Todo se confunde entre la maleza, entre las sábanas, todo es feraz por las criptas florentinas que a través de sótanos, galerías, catacumbas y pasadizos a mi casa llegan para hacer noche en mi noche. Hablad bajo, shhh, por piedad, no me despertéis.