Aguanieve en Jarafuel, me cuentan, y ligera nevada por San Antonio. Esta semana baja la temperatura al sótano helado y nos arrastra. Y de repente regresa el frío de la infancia, ese golpe sordo que nada podía contra nuestra voluntad insobornable de juego y aventura. Pero pasaron los años y somos distintos. La ensoñación es una alfombra mágica que nos lleva directos a los brazos de los que ya marcharon, al centro de la niebla, al país del Nunca Jamás. Nevermore graznan los cuervos de Edgar Allan Poe, no volveré a ser joven, que decía Jaime Gil de Biedma. Un anciano me habla de la nieve en las montañas, por mayo, cuando la siega de la cebada, hace unos sesenta años. En su mirada hay un niño asomado que no quiere morir y yo recuerdo los charcos helados en el patio del colegio más triste del mundo, las castañas asadas junto a la estación de trenes, las cabalgatas de los Reyes Magos, a mi abuelo contando historias de indios y vaqueros o de la Guerra Civil mientras zumbaba a sus pies el viejo radiador y el salón olía a moscatel y Varón Dandy. Ahora estoy muy lejos de todo aquello pero desde el fondo de lo oscuro van subiendo recuerdos como tentáculos, espigas, hiedra o manchas de luz, humo de habanos, como una alfombra de moho aterciopelado extendiéndose sobre el terco olvido y la cerrazón.
Hay un hongo oportunista muy temido en los quirófanos, de crecimiento vertical, filamentoso, expansivo. He visto cómo el Mucor, nutrido en agar Sabouraud, llegaba a levantar la tapa de la placa de Petri con su pelusa algodonosa de esporas mortíferas. Imagínate en el pulmón, me dice mi preventivista de guardia. Las cosas invisibles, lo aparentemente insignificante, en el medio adecuado, con tiempo, al barbecho de circunstancias propicias, pueden llegar a parar una vida o reiniciarla, según el caso. Así funcionan la caricia y la mentira, el desdén, un guiño, la sonrisa, un leve susurro, el angor pianísimo, la música de las esferas o el silencio. Se limpian con celo los quirófanos, los conductos de ventilación, se cambian los filtros HEPA si es necesario, se extreman las medidas higiénicas y se limita el movimiento de personas por el área quirúrgica. Diques de contención contra la espora minúscula, muros, barricadas temporales con su talón de Aquiles, blindajes con siete llaves y un punto débil. Todo es en vano. Tarde o temprano volverá la vida para imponerse, como la flor por la grieta o el derrumbe en los ribazos, como la nube limpísima sobre los tanatorios, como viene un Aspergillus afilando su guadaña de muerte por la mesa de operaciones, como el amor, el fallo multiorgánico, la extinción de las especies, los fuegos de artificio, la pólvora, el semen, el polen y el poema, vendrá en avalancha la vida, la música, el pasado, mi abuelo con Toro Sentado y el general Custer, con Buenaventura Durruti y el cura Santa Cruz, como la nieve, como el frío y la infancia, como entra el agua del mar en los deltas de los ríos, y es bueno que así sea, para borrarnos lentamente o rompernos todas las cuerdas en mitad de un arpegio perfecto, cuentos, historias, trucos de magia, para cerrar el círculo de la mejor manera posible y de una vez por todas.

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