viernes, 31 de marzo de 2023

Azadas.

 Dicen que el siglo XXI será el siglo de la salud mental, o sea, el de las enfermedades mentales. José Mateos afirma en Tres noches, tres auroras que Cervantes, en su Quijote, “levanta acta del nacimiento de una crisis de valores de la que nosotros quizás vivimos el final”. Nunca hubo una caída tan larga del imperio Romano, una agonía tan difusa. En una época tan deforme y turbia que parece un autorretrato de Francis Bacon, cada uno se las apaña como puede para soportar unos niveles de estrés y ansiedad que están a punto de superar las capacidades adaptativas del ser humano. Nos hemos convertido en ollas a presión con las válvulas de escape obturadas de inmundicia. Cuando se anulan todas las vías de escape el infarto emocional es indudable. Galerías del alma, hay que limpiarlas de algún modo o terminaremos siendo orates tristes por haberse conocido, nitroglicerina vertebrada y mamífera, eso sí, con IPhone y coche de alta gama. A la mínima frustración, ¡bum!, cuando la realidad se impone, saltamos por los aires y nos llevamos por delante todo lo que se menee alrededor.

Desde el origen de las civilizaciones estamos en ello. ¿Quién nos dice que Herodes no ordenó la matanza de niños en Belén por una ansiedad mal llevada? Puede que la mayoría de las guerras se hayan declarado por la mala gestión emocional de nuestros políticos, no poder aguantarse la mirada frente al espejo sería razón suficiente. Yoga, Aikido, zapping, senderismo, tiro al arco, tiro olímpico, bachata, salsa, alcohol a granel, marihuana, boxeo, casinos, papiroflexia, ballet, cocaína, cineclubs, ajedrez, pintura, ciclismo, Tinder, punto de cruz… quién no se ha decantado por alguna de estas opciones para, sabiéndolo o no, aflojar un poco ese nudo que desde antiguo nos aprieta en la boca del estómago. Y todas en vano, finalmente.


Todo lo que tenía que decir sobre las azadas ya lo plasmé en un aforismo de Los propios pasos, mi último libro, publicado por La Isla de Siltolá. Pero como soy un animal de contradicciones reunidas, igual que mi querido Michel F., todo este texto ha sido pergeñando para poder hablar un poco más sobre este aparejo agrícola: maestro zen, consejero espiritual, paño de lágrimas, diván de palo, quitapenas, bastón de ciego, amigo fiel, guardia pretoriana para un donnadie, caricia con filo, la azada es el ansiolítico más antiguo y eficaz, quien lo probó lo sabe. Es imposible dar un buen golpe de azada pensando en la hipoteca, para hacer una buena zanja una mente en blanco es condición sine qua non. En su ausencia podríamos apañarnos, solo hasta conseguir una, con un martillo hidráulico o con un buen pico y una pala. Cavar hasta que se quepa dentro. Y a buscarse en el negro agujero de uno mismo.

2 comentarios:

  1. También llamada "la rabiosa (ribera de Navarra

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué bueno, Miguel. Me lo apunto. Gracias por la lectura. Me alegra verte por aquí. Un abrazo.

      Eliminar